En la mayoría de los países occidentales el número de hogares que cuentan con mascotas es cada vez mayor, primordialmente perros y gatos, ha crecido firmemente en las últimas décadas, aunque tambien se elige como mascota a otros animales como loros . No obstante, la utilización del término mascota ha recibido diferentes cuestionamientos en tanto no respetaría la integridad del animal. En su lugar muchos autores han optado por la utilización de la expresión animal de compañía, la que connotaría una relación más igualitaria. Sin embargo, esta expresión también ha recibido cuestionamientos y no necesariamente resulta sustituible con el término mascota.
Mascota contra animal de compañía semeja reflejar la manera dual en la que estos animales son considerados y tratados. Se exponen desarrollos sobre el origen de la tenencia de mascotas y su evolución histórica, y se discuten a partir de los más recientes cambios culturales. Por último, en conclusión, se destaca el potencial de estos animales para confrontar a las personas respecto de su posicionamiento antropocéntrico en el planeta, promoviendo un acercamiento más igualitario cara los animales y el planeta natural.
¿QUÉ ES UNA MASCOTA? OBJETOS Y MIEMBROS DE LA FAMILIA
Hace dos o bien tres años, en uno de los paseos frecuentes que realizamos con mis perras por el parque, ellas empezaron a jugar con un cachorro de Beagle de unos seis meses de edad. Noté que el cánido andaba con complejidad y le pregunté a su dueña por esto. Ella me comentó que se trataba de una patología crónica de los nervios de las patas traseras de origen impreciso, que al principio había pasada inadvertida en tanto el animal era muy pequeño al instante de su adquisición, pero que entonces se había hecho muy evidente.
Me contó que después de una serie de estudios veterinarios había ido al criadero a pedir el reembolso de su dinero, debido a la patología del animal. El criador le había referido que posiblemente no se tratase de un problema innato, en tantos los progenitores y hermanos del perro no habían mostrado un cuadro similar. De todas y cada una maneras, el hombre habría admitido su reclamo, ofreciéndole dos alternativas: entregarle un nuevo cachorro o bien rembolsarle su dinero; claro, siempre y cuando ella devolviese el cánido enfermo al criador. La mujer manifestó que no estaba dispuesta a dar al animal, en tanto había empezado a formar un vínculo con él y suponía que el criador terminaría por sacrificarlo. Esto parecía haber aumentado su indignación hacia el despiadado criador.
Le pregunté entonces qué haría si volviera al instante de la compra: si elegiría a su cánido o si escogería a un hermano sano. Ella se mostró desconcertada, y sin lograr responder, de manera rápida arremetió de nuevo contra la ética del criador y refirió sus pretensiones de denunciarlo.
INTRODUCCIÓN
Ancestralmente, en distintas etnias alrededor de todo el mundo, los animales han sido respetados como compañeros esenciales en la supervivencia y en la salud de las personas. Muchas tradiciones espirituales han honrado las relaciones entre humanos y las formas de vida animal, como una parte de la interconexión con el mundo natural y espiritual (Serpell, dos mil seis).
No obstante, las actitudes humanas cara los animales han sido excepcionalmente variables y arbitrarias entre diferentes etnias. Probablemente estas diferencias tengan un origen tanto materialista —existiendo motivos económicos relacionados— como asimismo en las connotaciones sensibles y simbólicas particulares (Kobayashi, 2011; Serpell, mil novecientos noventa y seis). Los animales son esenciales para sociedades de cazadores-recolectores y ganaderos, que se fundamentan en ellos de forma directa para obtener comida, lana, cuero, herramientas y otros materiales. También, son esenciales en las sociedades agrícolas y en las civilizaciones que surgieron de estas, donde aparte de materiales proveían fuerza motora (York & Mancus, dos mil trece).
Los animales han tenido una profunda repercusión en las distintas sociedades humanas desempeñando un rol fundamental a lo largo de la historia de la humanidad (York & Mancus, dos mil trece). Hoy día forman uno de los componentes naturales de mayor significado social y económico, científico y cultural de un país (Páramo & Galvis, dos mil diez). Los humanos usan animales de múltiples formas, mayormente en relación a productos tangibles o servicios, como ser la producción de alimentos o pieles, transporte, seguridad o bien investigación biomédica (Sandøe, Corr, & Palmer, 2016).
Al tiempo que la mayoría de los animales familiares son explotados con indiferencia a partir de los recursos económicos y los servicios prácticos que proveen, hay una categoría totalmente distinguida de animales domésticos, la que, por motivos no obvios, está excluida de este trato (Serpell, 1996; Serpell & Paul, mil novecientos noventa y cuatro). Estos animales, son mantenidos en los hogares de las personas donde parecen tener un propósito escasamente definido. A estos nos referimos usualmente como mascotas (Sandøe et al., dos mil dieciseis); y los animales que prototípicamente representan esta categoría son los perros y los gatos.
En la mayoría de los países occidentales, el número de hogares que cuentan con perros o bien gatos ha crecido de manera firme en las últimas décadas (Serpell, dos mil dieciseis). En USA en el año dos mil once más de un tercio de los hogares tenían uno o más perros, y poco menos de una tercera parte tenía uno o bien más gatos (American Veterinary Medical Association, dos mil doce). Cálculos más recientes realizados por la American Pet Products Association (s.f.) estimaron que entre el 2015 y el dos mil dieciseis más del 44 por cien de los hogares estadounidenses contarían con por lo menos un perro de compañía. En la Unión Europea en el dos mil catorce se encontró que poco más del 25 por ciento de los hogares tenían al menos un gato, y alrededor del dieciocho por ciento tenía cuando menos un perro (European Pet Food Industry Federation, dos mil catorce).
El informe últimamente publicado por el Ministerio de Hacienda respecto de la tenencia de animales de compañía en la Ciudad Autónoma de la ciudad de Buenos Aires (Dirección General de Estadística y Censos, dos mil dieciseis) estimó una población tenuemente superior: cuatrocientos treinta con cero perros, a razón de un can cada setecientos catorce personas, y doscientos cincuenta con cero gatos, a razón de un gato cada 12.5 personas.
Las mascotas pueden cambiar extensamente, incluyendo diferentes especies de mamíferos, aves, peces y reptiles. En el último relevamiento demográfico de animales de compañía publicados respecto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur, se estimó un total de 865.984 animales. De estos, el 49.19 por cien eran caninos, veintitres y ochenta y siete por cien felinos, trece y sesenta y nueve por cien aves y trece y veinticinco por ciento de otras especies (Bovisio et al., 2004).
Mientras que las relaciones establecidas con ciertos de estos animales resultan parcialmente parasociales y unilaterales (e.g., tortugas, peces), las relaciones establecidas con otras mascotas, como perros y gatos, implican compañía, contacto físico y bienestar. No obstante, podemos englobarlos a todos en una misma categoría y referirnos a todos bajo el término. Entonces, ¿qué es una mascota?
¿CÓMO SE DEFINEN?
En español la palabra mascota tiene tres acepciones, en tanto designa una persona, animal o cosa que sirve de talismán atrayendo buena suerte, un tipo de sombrero flexible, y un animal de compañía (Diccionario de la Real Academia Española, dos mil catorce). La lengua castellana lo tomó del francés mascotte, préstamo tardío (de 1867) del provenzal mascoto, que en francés significa “brujería, embrujo”, y que se difundió a partir a la opereta de Audran La Mascotte de 1880, que rondaba en torno a una joven que atraía buena suerte (Currel, dos mil seis).
En inglés, mascota (pet) tiene diferentes acepciones, mas aquella que se refiere al animal de compañía lo define como un animal típicamente domado o bien amansado, que es mantenido por placer o compañía (Stevenson, dos mil diez).
En las definiciones de mascota, en tanto animal de compañía, se destaca la tendencia a discriminar los la cacatua animales mantenidos fundamentalmente por motivos sociales, sensibles o bien sentimentales (i.e., mascotas) de aquellos animales mantenidos por propósitos económicos o prácticos (i.e., animales de trabajo, ganado, animales de experimentación). De todas formas, se reconoce que ambas categorías gatos puedan sobreponerse en la práctica, como sucede con los perros guía o perros pastores (Serpell & Paul, dos mil once).
Una definición extensamente admitida de la mascota como animal de compañía, la describe como aquel animal que se encuentra bajo control humano, vinculado a un hogar, compartiendo amedrentad y proximidad con sus cuidadores, y recibiendo un trato especial de cariño, cuidados y atención que garantizan su estado de salud (Savishinsky, mil novecientos ochenta y cinco). Aunque los humanos han mantenido como mascotas una gran pluralidad de animales —incluyendo grillos, tigres, cerdos, vacas, ratas, cobras, caimanes, águilas— los animales prototípicos que identifican la categoría mascota son los perros y los gatos (Herzog, dos mil doce).
En japonés es posible denominar a una mascota como petto o como aigandôbutsu (literalmente “animales para querer y con quienes jugar [o disfrutar]”); y mientras que ciertas especies, como perros y gatos, son referidos de ambas formas, otras como los grillos o escarabajos —en su conjunto llamados mushi— son referidos en la literatura usualmente como petto, mas jamás como aigandôbutsu (Laurent, 2000).
En la cultura occidental, hoy en día el término mascota no disfruta de popularidad en tanto no respetaría la propia integridad y dignidad de los animales (Sandøe et al., 2016), y animal de compañía ha sido preferido por muchos investigadores en el campo de las interactúes humano-animal. Este último término hace referencia a la primordial función que la gente refiere de muchos de estos animales y a la vez connota una relación de mayor igualdad (Staats, Wallace, & Anderson, 2008; Walsh, dos mil nueve).
La expresión animal de compañía se ha mostrado también problemática, en tanto el término de compañía, o en inglés asimismo compañero (companion), pasa por alto el hecho de que los humanos son normalmente considerados los dueños de sus compañeros no-humanos; y, además, animal oscurece el hecho de que los humanos también son animales (Redmalm, dos mil trece). Ciertos autores rechazan asimismo este término en tanto muchas mascotas no se configuran como compañeros (y también.g., Herzog, 2012).
De esta forma mascota y animal de compañía no necesariamente serían términos intercambiables, sino el primero comprendería un extenso rango de animales con los que las personas elijen vivir, y el segundo término reflejaría un subconjunto de mascotas con los que las personas tienen un vínculo especial e interactivo (Sandøe et al., 2016).
Por otra parte, legalmente los animales de compañía son considerados propiedades (Irvine, 2004; Miller, 2011). Si bien resulta indiscutible que en tanto las personas compren animales legítimamente son sus dueños o bien propietarios, diversas organizaciones dedicadas a la protección de animales hacen referencia a sus tenedores como custodios, buscando reflejar la relación subjetiva que existe con el animal (Armstrong et al., 2001). Si bien este término, cuando menos de manera simbólica, genera un corrimiento del modelo de propiedad hacia uno más bien familiar, tiende a ubicar la cuestión en un territorio de parentalidad; esto puede contribuir a la infantilización de estos animales mientras que carece de cualquier tipo de respaldo legal (Miller, dos mil once). En contraste a quien tiene la custodia de un pequeño, quien ejercita la custodia sobre una mascota está autorizado a deshacerse de ella, venderla, castrarla o bien sacrificarla. Para Herzog (2012) los términos animal de compañía y protejo son solo ilusiones lingüísticas que aparentan que no tuviéramos a los animales con los que vivimos.
Se ha propuesto la incorporación legal de los animales de compañía como propiedad viviente y el reconocimiento de sus derechos legales (Favre, 2000; 2010). No obstante, si estos animales son entendidos esencialmente como una clase de seres vivos que existen para brindar placer y compañía a los humanos, entregarle un valor intrínseco a su vida hace que sea controvertible su posesión y posesión, peces betta sea que los llamemos mascotas o animales de compañía (Irvine, 2004).
Por su parte, el término mascota dejaría resaltar la asimetría y jerarquía que existe en la relación entre humanos y estos animales (Belk, mil novecientos noventa y seis). A su vez destaca la posición paradójica que estos ocupan, siendo productos de mercado y a la vez siendo incluidos en la esfera humana como miembros de la familia (Redmalm, dos mil trece). De esta forma, los perros y gatos de compañía pueden ser pensados como criaturas que hacen equilibrio entre la naturaleza y la cultura, simultáneamente incluidas y excluidas de un nosotros humano. Mascota frente a animal de compañía refleja la forma dual en la que estos animales son considerados y tratados (Belk, mil novecientos noventa y seis).